Por: Jabir Villegas Mitre

No podemos negar el impacto que tuvo en toda la tierra el nacimiento de un bebé judío hace poco más de 2,000 años, a tal grado que nuestros años se cuentan usando a Jesús como referencia. En palabras del pastor Rick Warren “cada vez que revisas tu calendario, mencionas una fecha o la escribes, estás usando a Jesucristo como punto de referencia”

Y a pesar de que la celebración de este acontecimiento ha sufrido muchas transformaciones y diferentes culturas le han aportado su color, obtenemos mucho provecho de recordarlo y festejarlo. 

CELEBRAMOS SU AMOR FIEL

Desde Génesis 3:15, Dios le había prometido al hombre y la mujer que vendría un descendiente de la mujer que derrotaría fulminantemente a Satanás y traería vida. Podemos identificar a este descendiente como Jesús de Nazaret, quien miles de años después viene a cumplir con esta profecía. 

¿Cuántas veces estuvo esta promesa en riesgo? Si analizamos la narrativa del Antiguo Testamento, notaremos como todos los personajes erraron una y otra vez, poniendo en peligro el cumplimiento de la profecía. Por ejemplo, Sarai, esposa de Abram (aún no habían sido cambiados sus nombres) terminó en casa de Faraón como mujer suya por culpa de una mentira (Gen 12:10-16), Dios intervino y salvó la situación; esperaríamos que Abram aprendiera la lección, pero vemos que repite el engaño en Génesis 20:1-18. En ambos casos, las palabras “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” Corrieron peligro de no verse cumplidas, sin embargo, Dios interviene y nos demuestra que su Palabra es Fiel. 

Pese a todas las veces que demostramos que no merecíamos que Dios mantuviera su Palabra, Dios cumple. No solo eso, sino que da a su pueblo al menos 300 promesas más y cada una de ellas se cumplió en Jesucristo. Por eso, cada que celebramos el nacimiento de Cristo, celebramos que Dios nos amó tanto que cumplió aquella promesa hecha en el huerto con los primeros seres humanos. 

CELEBRAMOS SU CERCANÍA

Moisés le decía al pueblo de Israel en Deuteronomio 4:7 “¿Qué nación grande hay que tenga un dios tan cerca de ella como está el Señor nuestro Dios siempre que lo invocamos?”. Esto era tan cierto en aquellos días como lo es ahora, ni aquellas religiones primitivas y politeístas, ni las nuevas religiones humanistas o pseudocristianas tienen un Dios tan cercano. Solo en el evangelio bíblico se puede acceder a Dios por gracia, por medio de la fe, sin la necesidad de obras, mediadores terrenales o logros intelectuales. 

La Biblia nos presenta al Dios que estuvo tan cerca que se hizo carne y habitó entre nosotros, se hizo tan vulnerable como lo es un bebé y se despojó a si mismo tomando la forma de siervo. Cada vez que festejamos la navidad, festejamos que el Dios creador de cielo y tierra quiso habitar entre su pueblo y mostrarnos que es Emmanuel, Dios con nosotros y que no es indiferente a nuestro sufrimiento y muerte espiritual. 

CELEBRAMOS SU SALVACIÓN

El mensaje central de la Navidad es el AMOR que Dios tuvo para nosotros al encarnarse en la persona de Jesucristo, pero ¿Por qué Dios hizo eso? Porque nosotros necesitábamos ser salvados de nuestra condición caída. 

Cuando Isaías profetizaba “Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado” no es otro que el mismo Hijo de Dios que era entregado para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:16). Es decir, el Glorioso Evangelio comienza con la verdad de que el Rey vino a este mundo con el propósito de revelar todo su carácter y sacrificarse por esta raza pecadora; un evangelio sin navidad está incompleto. 

Por eso, la navidad es una celebración de la salvación que Dios hizo posible en Cristo. Tenemos una gran oportunidad entre manos para anunciar la verdadera alegría de la navidad: Pasar de muerte a vida, recibir perdón y disfrutar de una comunión perfecta con su Creador. 

¿QUÉ HAREMOS CON ESTA OPORTUNIDAD? 

El cuadro ya se ha pintado y a nosotros nos corresponde decidir qué haremos con lo que tenemos enfrente. La navidad ha sido explotada en muchas maneras por la mercadotecnia, al grado que hoy, el ícono de este evento no es Cristo, sino un señor con traje rojo y el nombre ha cambiado a “días festivos”, pero nosotros conocemos el mensaje real de la Navidad y podemos anunciarlo como una luminaria de verdadera esperanza entre la oscura niebla del consumismo, como una Palabra de Amor Fiel que encienda fuego en los fríos corazones de la gente, como el Regalo de Gracia que llega en tiempos de egoísmo y el abrazo sincero del Padre que nos toma en sus brazos mientras este mundo se consume en amargura. 

¿Estamos listos para encender las velas de los corazones y repicar las campanas para anunciar el evangelio? ¡Nació el Salvador! ¡Ve y dilo!